Día de Muertos
Los mexicanos tienen la creencia de que sus antepasados fallecidos vienen a visitarlos cada año en las mismas fechas, por eso han creado toda una festividad alrededor, donde los recuerdan y les preparan ofrendas con todo lo necesario para darles temporalmente la bienvenida, y facilitarles la llegada a este mundo, celebrando así su Día de Muertos.
Así es desde que se fusionaron antiguos cultos a la muerte que festejaban algunas etnias indígenas del país, como la mexica o la maya, con la religión católica, que “amablemente” trajeron los conquistadores españoles al continente, habiéndose convertido hoy en día en un símbolo nacional, y en Patrimonio Cultural de la Humanidad de México.
La leyenda cuenta que las almas aparecen puntuales a las 12:00h. de la medianoche, en un orden concreto, según el momento y la forma en la que fallecieron, siendo los niños los primeros en llegar, el día 1 de Noviembre, seguidos por los adultos, la madrugada siguiente.
Temblores
Cuando llegué a Ciudad de México, todavía faltaban dos semanas para dar la bienvenida a noviembre, y con él al frío, pero esta se preparaba ya para su Día de Muertos, y enseguida tuve muy presente que iba a ser una celebración especialmente sentida, tanto para la ciudad como para mí.
A medida que iniciaba todos los preparativos, la ciudad intentaba olvidar momentáneamente las graves heridas que le había causado el fatal terremoto que sacudió sus cimientos y su tranquilidad hacía justo un mes, y es que cuando pisé Ciudad de México, los recuerdos de aquél último temblor estaban todavía impregnados en todos sus rincones, manteniéndola en un estado permanente de alerta e insomnio.
Paralelamente, yo me intentaba recuperar de otra sacudida.
Unos meses antes, después de haber estado viajando durante un año, decidí volver a Barcelona y disfrutar las navidades con mi familia y con mis amigos. En mitad de ese momento de plenitud al que me había encaramando, me vi cayendo de golpe para traspasar la frontera mental que separa y divide felicidad de tristeza, esta vez sin ningún sello en el pasaporte que me explicara el periodo máximo de tiempo que podía permanecer en aquel nuevo lugar, y es que tres semanas después de haber llegado a casa, mi padre falleció.
Pese a no ser creyente, no podía estar en mejor momento y lugar para rendir mi homenaje.
Mientras se montaban las grandes ofrendas en la plaza del Zócalo, en honor a los rescatistas del terremoto del 19 de Septiembre, la de la Universidad Autónoma (UNAM) en la Plaza de Santo Domingo, al 60 aniversario de la muerte de Diego Rivera, la ofrenda del Museo de Frida Kahlo o del Museo de Bellas Artes, las esculturas de calaveras decoradas ó “Mexicráneos”, a lo largo de la Avenida Reforma, las flores Cempasúchil en la base del Ángel de la independencia, o todos los preparativos y altares del centro de Coyoacán, mientras la ciudad adornaba sus calles, sus monumentos, y sus plazas, fue poco a poco recuperando su personalidad, su color, y su alegría. Y lo mismo hice yo.
La Ofrenda
– “Hay que montar la ofrenda, ¿Dónde está todo?”, escuché que hablaba Rebeca con su madre en casa.
– “¿Ofrenda? ¿Cómo es, y qué necesitáis?”, interrumpí yo.
– “La ofrenda es una especie de altar donde se rinde culto a los difuntos, y que a su vez hace de portal de entrada entre el mundo que habitan los muertos ó Mictlán, y el de los vivos”, me explicaron.
Y es que realmente las ofrendas son el elemento más importante del Día de Muertos, y por ello el que más cuidados y atenciones recibe. Todo en el altar está cargado de simbolismo.
– “Perfecto, os ayudo. ¿Por dónde empezamos?”.
Así fue como poco a poco fuimos montando nuestra ofrenda personal a todos los antiguos y recientes difuntos de ambas familias, incluyendo lo siguiente:
9 Niveles: 9 son los pisos que debe de tener una altar, representando los niveles que separan nuestro mundo del Mictlán, pero como no teníamos suficiente espacio en la sala, decidimos reducirlos a tres.
Camino de pétalos: En el suelo, desde la entrada de casa hasta la base del altar, siguiendo con la tradición, formamos un camino de pétalos naranjas de la flor Cempasúchil o flor de los 20 pétalos, de la cual se dice que es símbolo del resplandor del sol, y que su aroma tiene la capacidad de dirigir la llegada de las almas. Las flores que sobraron las colocamos en los distintos niveles.
Arco: A través de un Arco de caña y flores, generalmente de Cempasúchil, se genera el portal a través del cual las almas de los difuntos acceden a nuestro mundo, y simboliza el abandono del cuerpo terrenal. Nosotros lo representamos con una malla de caña situada detrás de la ofrenda.
12 Velas: Doce son las velas que idealmente decoran las ofrendas, pero también pueden ser menos, aunque siempre pares, por lo que decidimos poner la mitad. Los cirios, especialmente los de color morado, son una señal de duelo, y mediante su luz igualmente se ilumina el camino de entrada a las almas que tienen que venir.
Más tarde me enteré que también es habitual colocar cuatro velas que marquen cada uno de los cuatro puntos cardinales, para que los antepasados encuentren su antigua casa. Perfecto, en ese momento estuve seguro que llegan tranquilos y sin prisa.
Fotografías: Me llamaron la atención las fotografías de todos los seres queridos que esperaban para ser colocadas, y es que todavía no sabía que tienen la finalidad de mantener vivo el recuerdo de todos los antepasados a los que se quiere rendir homenaje.
La creencia dice que, siempre que alguien en este mundo mantenga vivo por lo menos un recuerdo de un difunto, este ultimo podrá seguir volviendo cada año desde el mundo de los muertos.
Las fotografías se sitúan en la parte más elevada del altar, y como yo llegué sin estar preparado para este punto, opté por la alternativa que me dieron de escribir sus nombres.
Calaveritas: Las calaveras o calaveritas de chocolate y de cerámica ocuparon sus lugares entre fotos y cirios. Estas suelen llevar escritos los nombres de los antepasados fallecidos, pero ya los habíamos puesto en la caña.
Copal: Junto con el incienso, ayudaron a purificar las energías, y a santificar el ambiente.
Comida y Bebida: Mientras buscaban en la nevera o refrigerador, me explicaban que a los difuntos se les dejan las bebidas y comidas tradicionales que más les gustaban, para que las puedan disfrutar de nuevo a su llegada.
Lo más común es cocinar o preparar Atole (bebida dulce a base de masa), Mole (salsa de chocolate y múltiples especias), calabaza en tacha (que se prepara como dulce cocida con azúcar, canela, tejocotes, trozos de caña de azúcar, principalmente), o guisos, los cuales se suelen cocinar durante días, y que las familias se reparten el último día de la celebración. Yo estaba obligado a decantarme por la carne.
Pusimos un vaso de agua para que saciaran su sed después del largo viaje, leche, y sal. También frutas de temporada, como mandarinas y jícamas, y otro de los elementos más característico de toda la celebración, el Pan de Muerto (un dulce de pan, anís, y azúcar que simboliza la eucaristía, y que se suele preparar en distintas figuras como calaveras, adornada con formas de huesos).
Alcohol y cigarrillos: Lo que más me sorprendió y gustó es que igualmente se añaden vasos de Mezcal, Tequila, y otras bebidas alcohólicas, como pulque o cerveza, según los antiguos gustos de cada difunto, y se pueden complementar con los cigarrillos de las marcas que fumaba cada difunto. Con semejante chantaje, pocos son los antepasados que no quieran regresar un par de días.
Papel picado: A modo de decoración, se añade a las ofrendas esta artesanía típica mexicana, que se elabora con papel fino de china recortado con formas de calaveras y de esqueletos.
Una vez finalizada nuestra celebración, brindamos con el Mezcal que había quedado, mientras la ofrenda se guardaba, a la espera de volver a montarse el año que viene.
Los cementerios
Otros escenarios que ganan mucha importancia en El día de muertos son los cementerios, a los cuales acuden las familias para limpiar sus mausoleos y sus tumbas, decorarlos con elementos similares a los de las ofrendas, y rezar después a sus ancestros.
Esta es la parte más tradicional de toda la celebración, la cual se suele entender de una forma más sagrada en aquellas regiones donde la religión está más arraigada, porque aunque la festividad se celebra en todo el país, es en algunos estados como el de México, Oaxaca, Chiapas, o Michoacán, donde se vive con mayor intensidad, destacando especialmente las localidades de San Andrés Míxquic y de Pátzcuaro, en las cuales se dan lugar las procesiones nocturnas más espectaculares e icónicas de todo el país, cuando miles de personas peregrinan por la noche a los cementerios.
Por ser mi primer día de Muertos, y para evitar las grandísimas aglomeraciones enfervorizadas que se suelen dar en Míxquic, decidí introducirme conociendo más a fondo cómo se vivía en Ciudad de México.
La família
Si algo llamó especialmente mi atención, es la importancia que da toda la ceremonia a las familias. Esta, pese a rendir culto a aquellos antepasados que ya no se encuentran entre nosotros, sirve igualmente de lazo o de vínculo para reunir a todos los miembros vivos de cada familia, y es que si en toda América latina la familia tiene un papel importantísimo, especialmente en México representa un pilar básico de la sociedad.
La tradición de disfrazarse
Fue en el centro de la ciudad y en el de Coyoacán, donde descubrí esta otra forma de vivir el Día de Muertos, y es que, paradógicamente, a lo largo de estos cinco días, las calles de todo el país se llenan de vida, en las que se celebran multitud de festejos, conciertos, desfiles, o procesiones.
Es una excusa perfecta para que, contagiados por el Halloween del país vecino, los mexicanos salgan a la calle disfrazados de todo aquello que pueda ser motivo de generar terror. Siendo La Catrina el disfraz estrella y más representativo de todo México.
La Catrina
Uno de los iconos más representativos de la cultura mexicana, y el más reconocido internacionalmente en el Día de Muertos, es esta figura crítica creada hace más de cien años por el caricaturista José Guadalupe Posada, y bautizada como La Catrina por Diego Rivera, al incluirla en uno de sus famosos murales.
Niñas, chicas, mujeres, y ancianas; diferentes generaciones ataviadas con vestidos antiguos, largos y bordados, con guantes de época y zapatos de tacón, con el característico sombrero de ala ancha decorado con flores, y maquilladas como si fueran calaveras acabadas de llegar del Mictlán.
Cuando llegué, me sorprendió que una celebración con tanta música y color se dedicara a la muerte, pero encontré la mejor explicación en unas palabras de Octavio Paz: “Los mexicanos son un pueblo festivo y ritual, por lo que para ellos todo es susceptible de tener una festividad, incluso la muerte.”
Ahora, sólo me queda esperar un año más para volver a recibir a los que me dejaron, y para tener una excusa para llenar la ofrenda de Tequila y de Mezcal.
¡Feliz día de Muertos a todos los vivos!
A mi padre, por todos los buenos ejemplos que dejó, que son muchos. Desde México; país de rancheras, mariachis, chile picante, y Chavela Vargas (tica de nacimiento y mexicana de corazón), el cual le hubiera encantado conocer.
¡Comparte y me harás feliz a mí, y a mis antepasados!
2 comentarios
Querido Carlos,
Me di a la tarea de leer un poco buscando consejos y me encontré con este post que me llamó mucho a atención por obvias razones.
Me gusto mucho debido a que logras proyectar, desde “los ojos internacionales hasta la carne propia” lo que es para nosotros, los mexicanos el Día de muertos.
Me entristeció mucho la noticia de tu padre, una pena, lo lamento. Creo que venir en estas fechas te dio la oportunidad de revivir y saber que cada año tienes la oportunidad de darle nuevamente la bienvenida a nuestro mundo.
Algunos consejos u observaciones que creo ayudarían a mejorar el excelente relato que nos presentas es que hay muchas formas de montar altares, para algunas culturas los altares tradicionales eran de 7 escalones, pues representan los 7 mundos o los 7 cielos, algunos elementos muy importantes son: la cruz, el incienso o copal, agua, sal, y estos también dependen de la cultura que ponga el altar, por ejemplo en la península de Yucatán es común que hagan un pan de muertos como figurita de humanos para el día de los santos inocentes, que son los niños; o es clásico cocinar el mucbipollos, dentro de la región huasteca o tenek cocinar el zacahuil, que es un tamal enorme, puede medir de 1 a 1.5 metros aproximadamente; sin duda el día de muertos es una tradición con muchos rostros, todo depende del lugar y tiempo en el que te encuentres en esta tradición.
Espero mi comentario no lo tomes a mal, pero es una festividad tan diversa que hay muchas maneras de interpretarlo.
Otro detalle que quiero compartir contigo y es meramente la ortografía es que Pátzcuaro se escribe con c, solo una pequeña correción.
Te envío saludos con mucha emoción por mi próxima aventura… hasta pronto!
Vasthi, me alegro mucho que a alguien como tu le haya gustado esta visión sobre un día tan especial en tu país.
Te agradezco muchísimo los ánimos y las observaciones. Justamente tengo este post pendiente de revisión desde hace unos días y, cuando pueda, incluiré en los cambios todas las correcciones que me das. Me intenté informar bastante con la gente local, pero México es un país tan enorme, que me era imposible abarcar todos los puntos de vista.
La C de Pátzcuaro, ya está corregida! 😉
Muy contento por ese viaje tuyo! Estoy por empezar una guía completa para viajar a Europa, especialmente enfocada para los que viajáis desde América, que espero tener lista para que pueda serte útil.
Un saludo grande!