El barrio de La Boca es uno de los más emblemáticos de la ciudad de Buenos Aires. Históricamente humilde, y lleno de música, de fútbol, y de arte, ha sido el puerto de desembarco del Tango, lienzo de pintores y muralistas, y cancha de Maradona.
Puerto de desembarco del Tango
De camino a La Boca poco conocía de ella: Sabía que, según me contaban los mapas, era la desembocadura del Río Matanza-Riachuelo en el Río de La Plata, y que precisamente de ahí adquiría su nombre. Lo que no sabía es que también adoptó del río toda su personalidad, y es que no se puede entender este icónico barrio sin su inseparable Río de La Plata.
Situada al sudeste de la ciudad, fue utilizada por los primeros colonizadores españoles como puerto base. Algunos siglos más tarde llegaba al mismo puerto, a través de barcos portugueses y esclavos africanos, un género musical de dos por cuatro tiempos, que se empezó a conocer como Tango.
La rivera del río y el puerto han ido sufriendo diversos y forzosos cambios a lo largo de la historia, pero actualmente todavía se puede encontrar en ella uno de los últimos ocho puentes trasbordadores que quedan en el mundo, y símbolo del barrio: El puente Nicolás Avellaneda.
Caminito, lienzo de pintores y artistas
La Boca actual es herencia de aquellos inmigrantes italianos que se establecieron en aquel lugar atraídos por las oportunidades que les daba el puerto. En ella empezaron a construir con chapa y con madera sus pequeñas casas compartidas, o conventillos, las cuales decoraban con la pintura que llegaba en los barcos al puerto, adquiriendo así su icónica apariencia.
A apenas unos pocos metros del puerto encontramos un pequeño callejón que inevitablemente destaca del resto. Lo hace precisamente por esas pintorescas casas de chapas ondulada de colores, y por una multitud de turistas que, cámara en mano, se amontonan en apenas unos pocos metros cuadrados: Caminito.
En los años 50 varios artistas como Benito Quinquela Martín, decidieron llenar con su arte aquel pasaje, e intentar salvarlo de su desaparición. No sólo lo consiguieron, sino que además plantaron en el una primera semilla para que Caminito, y con ello también La Boca, se convirtieran en uno de los más importantes epicentros del arte en Buenos Aires.
Actualmente se pueden encontrar innumerables museos concentrados en unas pocas cuadras, como el museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), o la Fundación Proa.
Caminito, por sus colores, sus artesanos y pintores, por las terrazas de sus bares y asadores, y por sus bailarines de tango, se ha convertido también en la calle más famosa de Argentina, y en uno de los puntos más visitados en la ciudad por el turista extranjero, pero uno de los menos frecuentados por el turista porteño.
La Boca es un barrio marginal y bastante inseguro, en el que se aconseja no alejarse de los recorridos principales, ni visitarla de noche, aunque realmente es imprescindible reservarse 3 horas del día para ir a visitarlo. A poder ser por la mañana.
Puedes leer mis sensaciones al llegar a Caminito en el artículo Los colores de Caminito.
La Bombonera, cancha de Maradona
Cuando me subí al colectivo número 33 en San Telmo, sabía que estaba yendo a uno de los lugares del futbol, y en uno de los países en los que este se vive con mayor intensidad, y es que en Argentina, si te despistas un momento, ya estás hablando de fútbol con alguien. Y de fútbol hablaba cuando llegué.
Después de caminar varias cuadras, apareció La Bombonera, destacando por altura entre casas y fábricas de techos bajos, y protegida por una antigua vía de tren abandonada, y es que no se puede entender el barrio sin su icono más internacional, hogar de Boca Juniors, y cancha de mitos como Maradona, Palermo, o Riquelme.
Al llegar a la puerta, estando de pie delante del escudo del club, me vino el recuerdo de aquella reciente ultima conversación en el colectivo, en la que me explicaron que, tanta es la pasión con la que se vive el fútbol en aquel estadio, que cuando los hinchas de La 12, su barra brava, gritan, La Bombonera no tiembla, late.
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